Los monjes responden a la llamada de Cristo hasta el punto de anticipar desde ahora la gloria y la transfiguración futuras. Los monjes renuncian al amor humano en su fecundidad y también en la alegría que conlleva, para ser desde ahora el signo absoluto de Dios, que comparte lo Absoluto de la Vida con los que lo aman. En esta muerte aparente de una dimensión de la existencia humana se convierten en signo de la Resurrección de los muertos. Aceptan esta muerte aparente de su potencia humana para que resplandezcan la fecundidad y el poder del Amor que vienen de Dios. En este tiempo en que las cosas son relativas, los monjes son testigos de lo absoluto. En este tiempo de la historia, los monjes son testigos de la plenitud de la Historia. En este tiempo del engendramiento de la muerte, los monjes son testigos de la Resurrección. Cardenal Lustiger
Después de haber andado tres días y tres noches, Antonio llegó a una montaña bastante alta al pie de la cual había un manantial de agua extremadamente fresca. Llevado por un movimiento de Dios se prendó de aquel lugar. Cogió unos panes de manos de los que hasta allí lo habían guiado y permaneció solo en la montaña sin que nadie más lo supiera. Vita 16
El que se establece en el desierto se libra de tres guerras: el oído, la palabra y la vista. Sólo queda una: la del corazón.
Si alguno posee la pureza, todo le estará sometido como a Adán en el Paraíso.
Durante una hambruna, acordándose de que “si un miembro sufre todos sufren con él”, Pacomio se afligía y mortificaba más, con ayunos y oraciones más frecuentes. Vidas coptas de San Pacomio 169
Oraba día y noche por la salvación de nuestras almas y por las del mundo entero. Idem 231
El hombre interior mira a todos los hombres con corazón puro y se alegra a causa de todo el universo y lo único que desea de todo corazón es amar y venerar a cada uno.
El solitario es llamado monje porque conversa con Dios día y noche y sólo piensa en las cosas de Dios, sin poseer nada en la tierra.
Abba Hilarión se fue de Palestina a la montaña donde moraba Antonio y abba Antonio le dijo: “Bienvenido seas, antorcha que se levanta por la mañana”. Y abba Hilarión le dijo: “Paz a ti, columna de luz que ilumina el mundo”.
Aquel que celebra solo en el desierto
es una asamblea numerosa.
Si dos se unen para celebrar entre las peñas,
miles y miriadas se encuentran allí presentes.
Si tres se reúnen,
un cuarto está entre ellos.
Si son crucificados sobre la roca
y marcados con una cruz de luz,
la Iglesia queda fundada.
Reunidos, el Espíritu reposa sobre ellos.
Y cuando terminan la oración,
el señor se levanta y sirve a sus servidores.
El ayuno es su ofrenda; las vigilias, su oración.
Sus meditaciones son el holocausto;
su celibato, la víctima.
Su pureza es el velo del santuario;
su humildad, un incienso perfumado.
La alabanza que sube de las grutas
es el sacrificio escondido por Dios.
Su corazón, allá en lo más profundo, es el Santo de los Santos.
Allí se alza el altar de la reconciliación.
Oh soledad, oh foco de la doctrina,
escuela del celeste y divino saber
en el que Dios es todo lo que podemos aprender.
¡Oh desierto! Paraíso de dulzura
en el que las flores perfumadas de la caridad
tan pronto estallan en una luz de fuego,
como brillan por su nívea pureza.
En el incensario de la oración continua
crepita el fuego ardiente y manso,
la llama inmortal del Amor.
Apresúrate a entrar en el tálamo de tu corazón;
allí encontrarás el tálamo del Cielo,
pues estas dos cámaras no son más que una
y por una sola y única puerta,
tu corazón puede penetrar en una y otra.
La escala que sube al Reino
está escondida en lo más profundo de tu corazón.
Quien construye una celda edifica la Iglesia de Dios.
¿Quién conoce la suavidad de estar con Dios sino el que la ha experimentado?
El Padre es tu monasterio;
el Hijo, tu compañero;
el Espíritu Santo santifica tu celda.
El Rey del Cielo va a alegrarte diciéndote esta palabra de Vida
en presencia de los Ángeles y los Santos:
“Ven, bendito de mi Padre:
¡estaba prisionero en tu celda
y viniste a visitarme!”
Oh bienaventurada Trinidad, guíame más allá del no saber hasta la más alta cima, allí donde los misterios simples, absolutos e incorruptibles de la Teología se revelan en la tiniebla, más que luminosa, del silencio.
Os presento, queridos amigos, un pan delicioso y salvador para nutrir vuestras almas; quiero decir, hablaros de la virtud admirable de aquellos monjes que, para acostumbrarse a recibir con la mayor paciencia y la más perfecta caridad las injurias, afrentas y desprecios de los demás, se habían reunido para ejercitarse en soportar toda suerte de humillaciones, ultrajes y desprecios.
Es de la mayor importancia para los que están encargados de distribuir a los demás el pan de la Palabra de Dios, prestar particular atención a la edad de las personas a las que la distribuyen, a las personas en sí mismas, a la cantidad de este divino alimento y a la manera en que lo administran.
El mundo es uno porque el mundo espiritual en su totalidad se manifiesta en la totalidad del mundo sensible para los que tienen ojos para ver. Y el mundo sensible por entero es secretamente transparente del mundo espiritual por entero. En éste, aquél está por las esencias; y en aquél, éste lo está por símbolos. Y la obra de los dos es una.
La tienda de Abraham te presagia manifiestamente, pues a Dios Verbo, venido a habitar en tu seno como bajo una tienda, la naturaleza humana ha ofrecido el pan cocido bajo cenizas; es decir, las primicias de sí misma a partir de tu sangre purísima, cocidas y transformadas en pan por el fuego divino, subsistentes en su persona y sirviendo verdaderamente de alimento a un cuerpo vivificado por un alma razonable y inteligente.
Caminamos juntos en un solo espíritu
hacia lo que es verdaderamente nuestro único deseo,
la única meta de nuestro impulso:
servir al Señor y complacerlo,
como en un nuevo Paraíso, en esta vida angélica.
Ahí está todo el don de Dios.
Nuestra alegría, nuestro alimento,
el objeto de nuestro celo y cuidado
es encontrar los medios de agradar al Señor.
Padre, madre, hermanos, parientes y extraños, y todo el resto de mi familia y de mis amigos… Tú me has separado de ellos a mí, que soy un pecador, más miserable que todos ellos, oh Salvador, y me has recogido en tus brazos inmaculados. Himno II, 40
Lo que la soledad y el silencio aportan de utilidad y gozo divino a los que los aman, solo lo saben aquellos que lo han experimentado.
El silencio es el guardián de la vida monástica. Él es nuestra fuerza.
La palabra de Dios, como dice Gregorio el Teólogo, es el pan de los Ángeles del que se nutren las almas sedientas de Dios.
La soledad es primeramente una cualidad del alma; y la ermita es contenida en uno mismo antes de ser uno contenido por ella. Vida por Michel Hayek
Este desierto es para mí profundamente dulce. Es tan suave y sano ponerse en soledad ante las cosas eternas… Se siente uno invadido por la verdad.
El Espíritu Santo nos hace parientes de Dios. Si sientes en ti la paz divina y el amor universal tu alma es ya semejante a Dios.
Sería trágico que un monje hiciera una exposición clara, precisa y fácilmente comprensible de su vida monástica, de su vocación de hombre escondido en Dios, porque eso significaría que cree, equivocadamente, comprender el misterio de su vocación. Toda la sustancia de la vida monástica se esconde, pues, en el silencio.